La ado­les­cen­cia más que una etapa de cri­sis deberíamos enten­derla como el momento en el que el indi­viduo se prepara para poder lle­var una vida adulta inde­pen­di­ente de su familia de ori­gen. El cere­bro ado­les­cente es enorme­mente plás­tico y hace que esté espe­cial­mente preparado para apren­der, cam­biar y adap­tarse a nuevas situa­ciones. El cere­bro de los ado­les­centes está, por tanto, nat­u­ral­mente dis­puesto a asumir ries­gos, cam­biar estruc­turas de com­por­tamiento, ele­gir su pro­pio camino y tomar deci­siones por él mismo. Es su trabajo.

Sin embargo, aunque en otras cul­turas la puber­tad se con­sid­er­aba una época de grandes cam­bios físi­cos y emo­cionales no era vivida con temor o como un momento de posi­bles enfrentamien­tos con los padres o una situación en la que del joven no se esper­ara que creciera para ser un adulto social­mente inte­grado. Pre­cisa­mente era eso, el momento del cam­bio y la inte­gración en la vida adulta como un indi­viduo capaz y autosuficiente.

El cere­bro ado­les­cente busca espe­cializarse, refi­narse y per­fec­cionar sus fun­ciones adap­tán­dose al ambi­ente. Sin duda desta­can las emo­ciones como motores de cam­bio, des­en­ca­de­nando búsqueda de novedades, retos, cues­tion­amien­tos de lo estable­cido, nuevos apren­diza­jes y búsqueda de aceptación del entorno. Si el joven ha cre­cido ale­jado del mundo adulto y rodeado solo de pares de su edad, posi­ble­mente suceda que la aceptación la busque en ellos y se quiera apartar de lo estable­cido pudi­endo desar­rol­lar com­por­tamien­tos dis­rup­tivos o peligrosos.

Pero si hemos cimen­tado una comu­ni­cación no autori­taria con ellos, deján­doles des­cubrir quienes son, lo que aman, lo que desean hacer, la tran­si­ción será como debe ser, armónica y equi­li­brada. Si han cre­cido con la sen­sación de no ser escucha­dos, de ser min­i­miza­dos, de nunca recibir reconocimiento por sus pro­pios y per­son­ales caminos de vida, nece­si­tarán ale­jarse y romper con el pasado, encer­rán­dose en los pares, con el riesgo de no recibir mod­e­los adul­tos vari­a­dos con los que identificarse.

Mireia Long

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